La llave del armario

Comenzé a moverme lentamente, abrí los ojos que me pesaban toneladas, traté de levantarme pero al hacerlo empezé a tener una migraña terrible, así que me volví a recostar.
« ¿Dónde estoy? »
Estaba en una cómoda y suave cama de sábanas azul oscuro, el cuarto donde me encontraba era de tamaño regular, ni muy pequeño, ni muy grande, estaba muy bien decorado, tenía paredes de color azul claro y estaba amoblado con muebles color caoba osuro. De la nada pude oir como se iba abriendo la puerta lentamente.
- ¿Anastacia? - era Lukas - ¿estás bien?
- ¿Dónde estoy? - dije sin responder a su pregunta, mientras trataba de incórporarme.
- Estas en mi habitación - dijo mientras cerraba la puerta que ahora tenía en sus espaldas.
- ¿Qué hago aquí? - pregunté cuando ya me levanté de la cama.
- Hace dos días que te desmayaste en el bar, ¿no lo recuerdas? - dijo mientras se acercaba hacia mi.
- Oh... ya lo recuerdo - dije tragando saliva.
Me había desmayado al darme cuenta de que mi madre estaba muerta.

- Ella...ella esta muerta, ¿cierto? - pregunté haciendo un cambio drástico de tema.
- Anastacia...- dijo sin responder.
- Responde, ¿esta muerta ella? ¿si o no? - dije ya de una vez estando frente a él.
- No lo sé. - respondió de manera directa,
- ¿Cómo que no lo sabes? ¿no me has dicho que viste como asesinaban a tu mejor amigo, Lukas?
- Si, pero eso sucedió en mi pueblo, Anastacia - dijo intentando calmarme - puede que sencillamente se la hallan llevado.
- ¿Llevado? - pregunté más confundida aún.
- Puede que se la hallan llevado a los campos de concentración.-
- ¿Campos de concentración? ¿qué son? - dije de manera muy incrédula, me sentía muy ingenua.
- Son sitios donde reúnen judíos, y los mandan a realizar trabajos forzosos, de resto no se más nada.
- Los reúnen, claro, los reúnen.- dije mientras mis ojos comenzaban a derramar miles de lágrimas.
¿Dónde estaría? ¿Cómo estaría? Siquiera sabía si estaría viva o muerta, mi mundo que ya estaba destruido ahora estaba en ruinas. No sé por qué pero sentí un calor que me rodeaba y reconfortaba, había caído en los brazos de Lukas.
- Prometo que la buscaremos.- dijo mientras me abrazaba fuertemente.
- ¿Lo prometes? - pregunté mientras lo miraba fijamente a sus lindos ojos color cobrizo.
- Así sea lo último que haga. - dijo mientras volvía a abrazarme fuertemente.

Luego Lukas se apartó de mí dejando un corto espacio entre los dos, cuantos centímetros no lo sé, pero era muy escasa la separación.
« Nada va a pasar, lo conociste ayer, Anastacia » pensé. Trás estar unos largos e interminables segundos en silencio Lukas continuaba acortando la mutua distancia, se acercaba más, más y más, hasta que decidí romper el tenso aire de silencio.
- No eres cualquiera, Lukas, así que vamos poco a poco ¿sí? - dije mientras lo miraba profundamente a sus ojos para luego apoyar mi cabeza en su hombro.
- Tranquila, será como tu lo desees. - dijo mientras besaba mi cabeza.
Hasta ahora no me había dado cuenta de que en mi vida siempre necesité a alguien como Lukas, había algo en el que me llenaba, supongo que es eso lo que todo el mundo busca, esa atracción.
- ¿Qué tal si vamos a comer algo? - preguntó al oir como mis tripas pedían a gritos un poco de comida.
- Me parece fantástico, quizás deba tomar algo de aire fresco. - dije mientras sonreía.

Salimos del edificio donde Lukas vivía, era antiguo pero mantenido, caminamos por las calles, era un día soleado y sin nubes, fantástico para dar un paseo. Seguimos caminando hasta que llegamos a una heladería pero al pararnos enfrente de la vitrina ambos leimos un letrero que decía: "Juden sind nicht erlaubt"
- "No se permiten judíos" - musité con la cabeza gacha.
- Bueno, podemos comer otra cosa, ¿no crees? - preguntó tratando de animarme.
- Podemos comer en otro lado, pero a mí me seguirán viendo como un paria - dije enfurecida - tan solo me ven como a una esclava.
- No digas eso, para mí no eres ninguna esclava.- dijo sonriendo.
- Pero para ellos sí.
- Ya, tengo una idea, vamos a comprar los víveres y te preparo una rica cena, ¿te parece?
- Si, parece una buena idea.- dije mientras tenía una sonrisita alegre.
Fuimos a un mercado donde había todo tipo de cosas; desde verduras hasta carnes. Compranos unas cuantas cosas nada más, unas verduras, carne y especias.

Llegamos al aparatamento con las bolsas del mercado.
- Hey, Anastacia, ¿por qué no te vas a tomar una ducha mientras yo acomodo esto? - dijo mientras colocaba las bolsas encima de la mesa. - puedes tomar alguna de mis camisas, si gustas.
- Claro, gracias, Lukas.

Capítulo 2

- Hey, Anastacia, ¿por qué no te vas a tomar una ducha mientras yo acomodo esto? - le ofrecí para que se sintiese un poco mas cómoda - puedes tomar alguna de mis camisas, si gustas.
- Claro, gracias, Lukas. - se le enrojecieron sus mejillas, las cuales tenían pecas.

No tardé mucho arreglando las cosas, metí una que otra cosa por aquí otra por allá y listo; pensé que debía preguntarle a Anastacia que quería de cena, así que camine hasta al baño.

- Anastacia que dese - le iba a tocar la puerta con los nudillos pero casualmente abrió la puerta al mismo tiempo dándome un fuerte golpe en la frente, que me hizo caer al suelo.- que deseas de comer? - pregunté ya de una vez en el suelo.
- ¡Lukas! - se agachó para estar a mi altura - ¡Lo siento, lo siento! ¿estas bien? ¡justamente me pillaste cuando salía del baño! ¡Lo siento! - me ayudó a pararme del suelo.
- Wao, ya veo - sonreí - estoy bien, tranquila. - tartamudeé al verla de arriba a abajo, no me había percatado que tan solo estaba cubierta por una toalla.
- Oh, si quieres te traigo hielo...- dijo tímida con las mejillas rojo carmín.
- Tranquila, vistete y yo me encargo de todo lo demás - acaricié el gran chichón que tenía en la frente - por cierto, ¿que quieres para cenar?
- Sorpréndeme - rió y se fue vestir.

« Qué linda es » musité. Era realmente hermosa, pelo castaño oscuro, ojos color terracota, y lindas pequitas en las mejillas. ¿Podré aguantar mucho tiempo con ella? No lo sé, pero ella es especial.

Fui a la cocina para preparar la cena, luciría mis grandes habilidades de cocinero preparando pasta, en realidad, lo único que sabía hacer. Cociné aquí, corte allá y tenía todo listo, caminé a mi habitación a decirle a Anastacia que la cena estaba lista, tocando esta vez la puerta primero.
- ¿Se puede? - pregunté tocando la puerta.
- Sí, sí, claro. - dijo ella mientras habría la puerta.
- La cena esta lista, cuando quieras comemos.
- Vamos, me muero de hambre - sonrió - ¿con qué me sorprenderás?
- Sorpresa, es sorpresa.- reí.


Caminamos hasta la cocina, donde había puesto la mesa.
- Guau, no tenía una cena tan bonita desde que cumplí diez años.- dijo asombrada.
- ¿Te hace feliz?- pregunté una vez sentados.
- ¿La cena? Mmm- colocó su dedo índice en su barbilla.- pues me hace más que feliz.
- Si te hace feliz puedes quedarte aquí el tiempo que desees.
- ¿En serio? Lukas, ¿hablas en serio? no quiero ser ninguna molestia y más en estos tiempos de "guerra" - dijo mirándome seriamente.
- Es lo mínimo que puedo hacer para ayudar.
- Gracias, ahora al terminar de comer prepararé el sofá para dormir.
- Puedes dormir en el cuarto y yo en el sofá para que estes más cómoda.

De resto la cena fue normal, charlamos de cualquier cosa.
- Déjame esto, que yo lo lavo - colocó los platos sucios en el lavabo.
- Entonces yo me iré a dormir, buenas noches. - me acerqué y besé su frente.
- G-gracias, otra vez.- dijo con las mejillas más rojas que un tomate.




- Entonces yo me iré a dormir, buenas noches. - vino hacía mí y beso mi frente.
« Besó mi frente. » pensé. Cuando lo hizo sentí como si hubiese fuegos artificiales en mi estómago, mariposas o toda clase de cosas que explotan, ¿a qué se debía?
- G-gracias, otra vez.- dije apenada, con mis mejillas tan rojas como dos planchas.

Lavé los platos y decidí irme a dormir, estaba muy cansada, muchas cosas para un día. Cuando iba de paso a la cocina vi a Lukas durmiendo en el sofá sin ninguna manta, así que agarre la estaba en el suelo y justamente cuando se la iba a poner encima oí un ronquido, no pude evitar las ganas de reír muy fuerte, lo cual lo despertó.
- ¿Pasa algo? - preguntó aun con sueño.
- Lo siento, venía a ponerte una manta, no quería que pasases frío.
- ¿Me veo gracioso durmiendo? - rió.
- No, solo que roncas.- dije estallando de la risa.
- Muy bien, ¿con que ronco, eh? - dijo riendo.
- Si, bastante - muermuré - será mejor que vuelvas a dormir, ya es tarde. Buenas noches. - dije dejando la manta encima de él.
- Buenas noches, Ana.

Cuando iba al cuarto oí algo que dijo: "Gracias por la manta", pero por las dudas decidí no contestar.